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  San Ignacio nos propone realizar un bello ejercicio: la “contemplación para alcanzar amor”. Lo que Ignacio desea, es que pueda situarse ante el mundo, ante su historia personal, ante su realidad y ante su proyecto vital reconociendo cómo Dios se halla presente.
  Dios no solo pasa por la vida, sino que late en ella. Esto supone que podemos mirar a la creación y ver en toda ella, lo que significa el amor de Dios. Un amor “que sale de su propio querer e interés” y nos impulsa a transformar la creación desde y por amor.

Libres para servir
Curso 2025/2026

  El curso pasado Dios nos hizo una llamada “Ven, sígueme”. Aquel que nos llama es quien nos ha creado. Esta es una idea fundamental para la tradición cristiana e ignaciana que nos lleva a reconocernos dependientes, limitados y, a la vez, profunda e incondicionalmente amados por el Creador de todas las cosas. Como sus criaturas amadas somos invitados a RESPONDER LIBREMENTE en nuestro día a día.

  Este curso queremos descubrir que responder a esta llamada de Jesús tiene una finalidad u horizonte, un “para”: encontrar el verdadero sentido de la vida que nos lleva a ser plenamente felices. ¿Cómo alcanzarlo? San Ignacio nos propone alabar, adorar y servir a Dios nuestro Señor. Esta clave la encontramos en el “Principio y Fundamento” de los Ejercicios Espirituales (EE 23)

  Conseguir la plenitud pasa por SERVIR A DIOS y no a otras cosas. ¿Y cómo servimos a Dios? Sirviendo a los demás (Mt 25, 40): “Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis”.

  Pero no estamos llamados a servir de cualquier manera. Nuestro modelo es JESUCRISTO, quien: - Nos enseña un proyecto fascinante compartido con otros. - Desestima las comparaciones y las rivalidades que no llevan a nada. - Es discreto, pobre, humilde, obediente, y no espera premios. - Tiene siempre el radar puesto, buscando y siendo sensible a aquellas situaciones más desfavorecidas de su tiempo. - Se arremanga y lava los pies, haciendo lo que otros no quieren hacer. - Se mancha y da la cara por los que más lo necesitan. - Hace del servicio una forma de vida. Así, en Jesús, reconocemos a Dios y cómo quiere que hagamos las cosas: desde la libertad y hacia los demás.

  Muchas son las maneras de entender la libertad. El papa Francisco nos dio una pista de cómo la entiende Jesús:
  “Hay una falsa concepción de la libertad, que considera que ‘todo es lícito’, que vive según el instinto, las pulsiones, los deseos egoístas, siguiendo los criterios del ‘me gusta’ o ‘no me gusta. Es una libertad vacía y que nos deja vacíos por dentro”.
  “Sin embargo, la verdadera libertad —la libertad en Cristo— no busca el propio interés, sino que está guiada por el amor y se expresa en el servicio a los demás”. Francisco explica qué es la libertad según el cristianismo.
  
Solo seremos verdaderamente libres como Jesús si nos hacemos indiferentes. Para San Ignacio ser indiferente es:
  “que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados (EE 23)”

  Si somos libres haremos el bien y encontraremos así nuestra vocación y, por tanto, nuestro lugar en el mundo. Esto nos llevará a EN TODO AMAR Y SERVIR a Dios nuestro señor.

  Varios son los caminos para vivir esta libertad y servicio. Ahora bien, en todos ellos se hace necesario encontrarnos con aquel que es el “camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
  ¿Y cómo le reconocemos? Con la ayuda del Espíritu (2 Co 3,17); así muchos hombres y mujeres reconocieron a Jesús en su camino:

  En la confianza de lo que parece imposible como María en la anunciación (Lc 1, 26-38)
  En la sencillez y en la capacidad de poner en valor las cosas pequeñas como los pastores y los magos en Belén (Mt 2, 1-12; Lc 2, 8-18 )
  En los bordes del camino cuando hemos llegado a perder la perspectiva y nos han cegado tantas cosas como Bartimeo (Mc 10, 46-52)
  En la entrega que se da en la dureza de la cruz y que reconoce el centurión (Mc 15, 37-39)
  En el amor verdadero como Magdalena en la Resurrección (Jn 20, 11-18)
  En el momento de partir el pan como hicieron los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35)
  En las decisiones equivocadas como Pablo en el camino a Damasco (Hch 9, 1-19)

  Con el sublema de este año, somos invitados a reconocer a Dios en nuestros propios caminos, como hizo San Ignacio de Loyola en su vida.

  Ojalá en este curso nos alcance la gracia para ser libres, libres para servir a Dios nuestro Señor, haciéndolo a través del servicio a los demás. Reconocer que esa libertad nos pone en camino, y desde ahí podremos seguir encontrando a Dios en medio de nuestra realidad.

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Presentación del cartel y el Lema


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